viernes, 22 de abril de 2011

Alzar el vuelo (Parte II)


Muchas veces pensé que debía escribir mi propio cuento, tomar decisiones por mi misma y elegir el camino a seguir. Hoy sé que no se trata de ESCRIBIR, sino de VIVIR mi propio cuento. Y la diferencia entre ambas expresiones llega a ser abismal. Podemos plantarnos  delante de un inmenso folio en blanco y trazar nuestros sueños, nuestas expectativas, nuestros mejores propósitos... pero ¿después qué? Guardaremos esas notas en algún cajón con la esperanza de rescatarlas algún día , o quizás  las coloquemos en un lugar visible para recordarnos cada día las metas que un día soñamos y tenemos pendientes por cumplir.
Hoy me di cuenta de que eso no basta, tengo que vivir mi propio cuento, y dirigir cada paso hacia aquello que me proporcionará mi Final Feliz. Caeré una y mil veces, me perderé, me desviaré de mi destino para retomarlo más adelante, sentiré dolor y añoranza por lo que dejo atras... pero ¡ESTARÉ EN EL CAMINO!

Y el primer paso para emprender este fantástico viaje es alzar el vuelo. Hemos estado demasiado tiempo en el nido, con miedo a abandonarlo. No queremos alejarnos de nuestras raices, ni perder esa seguridad que nos proporciona el calor de nuestros padres. Y al asomar la cabecita del nido, simplemente por echar un vistazo a lo que nos espera, sentimos el miedo a lo desconocido y quisieramos volver a nuestro cascarón.
Pero hay que volar...
Hay que volar. Y si no tenemos alas, nos ayudaremos de unos globos. ¿Quién no ha soñado con agarrar unos globos  y elevarse por el cielo con ellos?  Llenaremos los globos  con aquello que nos ayude a alzar el vuelo: la ilusíon por lograr un sueño, el amor y el apoyo de quien nos quiere, ese valor que ignoramos tener, pero que de seguro habita  en nuestros corazones, los buenos recuerdos, las alegrías que vendran, la excitación por conocer cosas nuevas...

 Sólo nos faltará soltar los lastres o las cadenas: el miedo a lo nuevo, el temor a fracasar, el sentimiento de culpa por dejar atras a otras personas, la seguridad de lo conocido....Al fin y al cabo, todo aquello que nos ata y nos retiene, impidiendo alzar el vuelo. Decimos Adiós a un escenario, testigo del primer acto de nuestra vida, donde nosotros, los protagonistas, aprendimos, fuimos educados, crecimos y evolucionamos hasta llegar alzando el vuelo, a un nuevo escenario, donde transcurrirá el siguiente acto.

Hoy estoy empezando a hinchar esos globos con todo lo que me ayudará  a encontrar ese Final Feliz. Estoy rompiendo las cadenas que me impiden alzar el vuelo. Hoy, y desde hace algun tiempo,voy creando un camino tras mis pies, trazando una ruta que sólo yo he de seguir. Y se que hay otras personas, siguiendo sus propios senderos, que se cruzarán con el mio. Y tal vez recorramos juntos largos tramos, o quizás solo sean un par de pasos. Pero habrá alguien que, siguiendo su propia ruta, caminará siempre junto a mi, en la misma dirección.

¡Voy a echar a volar!


domingo, 17 de abril de 2011

Alzar el vuelo (Parte I)

Es hora ya de levantar el vuelo,
corazón, dócil ave migratoria.
Se ha terminado tu presente historia,
y otra escribe sus trazos por el cielo.

No hay tiempo de sentir el desconsuelo;
sigue la vida, urgente y transitoria.
Muda la meta de tu trayectoria,
y rasga del mañana el hondo velo.

Si el sentimiento, más desobediente,
se niega al natural imperativo,
álzate tú, versátil y valiente.

Tu oficio es cotidiano y decisivo:
mientras alumbre el sol, serás ardiente;
mientras dure la vida, estarás vivo.
                                       (Antonio Gala)

sábado, 16 de abril de 2011

Los cien días

Hoy me vino a la cabeza un cuento que no recuerdo dónde leí,  desconozco quién es su autor, aunque pensé que era un buen regalo para alguien a quien podría servir de mucho su moraleja. Igual no son las palabras exactas, ni es realmente así la historia,  pero voy a contarla cómo la recuerdo:

“Cuentan que hace mucho tiempo, en uno de esos reinos  que siempre quedan demasiado lejos, había un rey que adoraba a su preciosa hija y quiso buscarle un esposo que realmente fuese digno de ella. Así, inició la búsqueda entre numerosos candidatos, ya fuesen príncipes, nobles o plebeyos. Lógicamente, entre estos últimos, pocos se atrevieron a intentarlo, pues se consideraban indignos de tal honor.  El rey  pedía a cada uno de ellos pruebas de su amor pero fue descartando aspirantes, pues la mayoría  buscaban las riquezas y el poder que al casarse con la princesa obtendrían. Cuándo ya casi había perdido la esperanza, apareció un joven campesino que decía haber amado siempre a la bella hija del rey. Así pues, éste lo puso a prueba para demostrar cuán profundo su amor era:

- Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, desposarás a mi hija. Para ello deberás pasar cien días y sus respectivas noches bajo su ventana, sin moverte de allí bajo ninguna  circunstancia. 

Pasaron las horas y los días  y el chico estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, alguna vez se asomaba, le regalaba una sonrisa y eso era suficiente para que  él tomase fuerzas y siguiese resistiendo.

Cuando faltaban unos días la princesa le dijo al rey que quería casarse con el chico, que poco a poco se había enamorado de él. De modo que, con la aprobación real, comenzó la organización de la boda y los festejos.
 Pero de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la joven princesa, se levanto y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño lo alcanzo y le preguntó lo que había ocurrido para abandonar su sueño cuando estaba a un paso de lograrlo. Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja:
- Pasé casi cien días y cien noches bajo su ventana, sufriendo lo indecible para demostrar mi amor. Pero ¿qué hizo ella por mí? Nunca me ofreció consuelo, nunca atendió al sonido de mis tripas, ni me ofreció un simple trago de agua. Todos sabían que ella había accedido a casarse conmigo varios días antes de cumplirse el plazo, pero no fue capaz de aliviar mi sufrimiento, me dejó allí mismo, bajo su ventana, alargando innecesariamente mi dolor.”

Igual ya te diste cuenta de que este cuento es para ti. No olvides nunca que quién realmente te quiere, lo demuestra. No es necesario que te regale la Luna. Luchará por hacer realidad tus sueños, e impedirá que derrames siquiera una lágrima. Y si el dolor fuera inevitable, te ofrecerá su hombro como apoyo, y su abrazo como refugio.

Abre la ventana.
Si es de verdad, estará abajo esperando 



¡¡Y si está ahí, baja a buscarle!!

domingo, 10 de abril de 2011

Compañero de Aventuras

Llevo ya varios días sin escribir. Lo cierto es que a mi mente acudían cientos de ideas y pensamientos, pero no encontraba el modo de darles forma, seguramente porque no fuese el momento adecuado para lanzarlas al mundo. Pero hoy siento la necesidad de hablar de esos compañeros que acompañan siempre a los protagonistas en cada una de las aventuras que vivimos y soñamos: Asterix y Obelix, Frodo y Sam, Fiona y Shrek, Bonnie & Clyde, Patricio y Bob Esponja...
A lo largo de esta gran aventura que es vivir, por suerte, contamos con compañeros que a veces nos acompañan siempre y a veces, sólo durante una parte del camino. Desde luego merecen unas cuantas líneas en nuestros cuentos: nos ofrecen  consuelo, cariño, comprensión, un hombro sobre el que llorar, nos regalan sonrisas, nos apoyan en las aventuras que decidimos emprender, compartimos locuras, sueños, inquietudes.
Hoy quiero hablar del Compañero con mayúsculas, ese a quien todos los príncipes y todas las princesas buscan: el compañero o compañera que nos acompañe el resto de nuestra vida (o al menos eso esperamos). Busquemos sapos, cerditos, princesas, aldeanas, príncipes o brujas, lo importante es que nos acompañe siempre, para compartir aventuras y perseguir ese Final Feliz juntos.
Hoy quiero dedicar estas líneas de mi cuento a mi Compañero con mayúsculas. A esa persona que no me falla, que me ofrece todo lo que es y lo que tiene,  y aún así lucha cada día para entregarse más. A Él, que siempre me anima a seguir caminando, que me tiende una mano para dar un paso más, y la sostiene bien fuerte cuando sabe que el miedo me ronda. El que seca mis lágrimas, y persigue mis sonrisas como si fuese el mayor de sus tesoros. Los brazos que me arropan y protegen de todo, la mirada que me hace sentir mariposas en el estómago, la sonrisa que me da la vida...
Podría llenar páginas y páginas, pero sólo me queda una cosa que recordarle:

"Estando contigo me como las sobras
luchando contigo, viviendo por ti, al compás de una nota
con el tiempo muerto y nadie nos espera
mírame a los ojos y dime que si, y cierra la puerta
Estando contigo me como las horas
durmiendo contigo, pegándome a ti
el compás de una nota, al compás de una nota..."
(Mala Hierba, Bocanada)



domingo, 3 de abril de 2011

Del Cuento a la Realidad

Al escribir estos cuentos, recordé aquel libro titulado "La princesa que creía en los cuentos de hadas" de Marcia Grad. Simplemente el título nos da que pensar. Un buen dilema, creer y esperar una vida perfecta y maravillosa, como en los cuentos, o simplemente pensar que en realidad es imposible que sucedan tales cosas.
No creo que nadie tenga la respuesta correcta ante tal encrucijada, es más, ni siquiera creo que ninguna de esas dos opciones sea válida. Yo creo en los cuentos de hadas, y confio en tener ese final feliz algún día, pero debo trabajar para ello. Sí, creo en los finales felices, disfruto soñando con los ojos abiertos a cualquier hora y tengo siempre presente la responsabilidad que ello conlleva. Imagina tu final feliz, sueña con el, pero manten los ojos abiertos para que puedas alcanzarlo.

Tampoco creo que tan sólo se trate de perseguir un sueño. Podríamos soñar vivir en una fantástica casita en la Luna con vistas a Marte, puede que con todo el dinero del mundo lográsemos construirla, pero... ¿no nos faltaría algo? Quizás compañía, alimentos, calor, gravedad... ¿oxigeno? Tendríamos que volver a poner los pies en la Tierra y sentirnos siempre frustrados por la inviavilidad de nuestro sueño. Tal vez, lo más sensato sea ser flexible, y tener la capacidad de adaptar ese sueño a nuestra realidad,  así como adaptarnos también nosotros a la realidad de nuestro sueño.

¿Y por qué hablar de Sueños y de Amor desde este  rinconcito del ciberespacio? Porque, de alguna manera, nuestros sueños siempre estan vinculados al amor, en cualquiera de sus manifestaciones: amor de pareja, amor fraterno, amor a nuestros hijos, a la naturaleza, incluso amor a nosotros mismos.

Al pensar en  escribir  un blog, tenía una clara idea de lo que quería hacer: contar algunas experiencias con un poco de humor, algo divertido y fresco, con lo que entretener. Ahora realmente no sé lo que saldrá de aqui, pero espero que, poco o mucho, haya alguien que las disfrute , y poder asi compartir las ideas enmarañadas que residen en mi cabeza, disfrutando del placer de escribir.

¡Hasta la próxima entrada!

Esther

Ellos también buscan princesas

Volvemos a otro reino muy, muy cercano, donde vivía un príncipe que tampoco tenía nada de especial. Tenía la vida que cualquier príncipe normal pudiera tener: iba a cazar con sus amigos de la corte, asistía a bailes y recepciones, y se preparaba concienzudamente para ser un buen rey en un futuro. Pero un día comenzó a sentir que era del momento de encontrar a su princesa.
Esta ardua tarea había sido un punto clave en su formación como príncipe. Había aprendido la forma de tratar a una dama, estudiado poesía, música y canto, el significado de las flores que regalaba, y lo más importante: lo que se esperaba de él.
No era sencillo estar a la altura pues debía ser valiente, intrépido, fuerte aunque su pecho escondiese un corazón frágil y asustado. No mostrar  sus debilidades ante los demás y por supuesto nunca podría permitirse el lujo de derramar una lágrima. Tenía el deber de superar muchas pruebas para encontrar a su princesa: atravesar valles y desiertos, escalar las más altas montañas, surcar los más profundos océanos, librar mil batallas, matar dragones y salvar a su amor de su encierro en una altísima torre o quizás del hechizo de algún ser maligno. ¡Era agotador cumplir con todo!
Aun así, nuestro príncipe, el más audaz de todo, lo consiguió. Y tras subir el último peldaño de la más alta torre, después de haber recorrido medio mundo y librado múltiples batallas, abrió la puerta de la celda que retenía a su princesa y contempló a la mujer más hermosa que había visto nunca.
Pero no todos los cuentos terminan siempre en ese maravilloso instante en que dos almas se enamoran y todo es amor y felicidad. La vida continúa, y al tiempo en que se van conociendo mejor, el príncipe descubre que la hermosura de su princesa, esconde el corazón ennegrecido de una ambiciosa bruja que quería portar una corona costase lo que costase.
Y este tampoco es el final de nuestro cuento, es el comienzo de la historias de muchos príncipes que nunca supieron que la belleza física  es etérea, y tras una bonita envoltura no siempre hay una princesa. Y aún así, tampoco cesaron en su empeño de encontrar el amor, ya fuese entre bellas princesas o sencillas aldeanas.

sábado, 2 de abril de 2011

La Princesa Imperfecta




Érase una vez en un país muy,  muy cercano una princesa que no tenía corona ni reino. Y esta princesa era como otra chica cualquiera: sus ojos no eran azules como el cielo, su cabello tampoco brillaba como el sol y su figura distaba mucho de la de aquellas modelos que tan populares eran.

Tampoco tenia hada madrina, ni padrino que le regalase bellos vestidos. No tenía carruaje para ir al baile porque había gastado todos sus ahorros en el permiso de conducir carrozas y las calabazas, con la crisis, andaban por las nubes. A su edad vivía con papá y mamá porque tampoco podía costearse su propio castillo. Nuestra princesa no era popular, ni tenía nada que la pudiese hacer especial…

Érase una vez una princesa que no tenía nada de princesa, Pero tenía un sueño: vivir su propio cuento.

Cierto día  salio de paseo con sus amigas que, como ella, eran princesas imperfectas, sin corona ni reino. Y todas ansiaban  encontrar a ese príncipe azul junto al cual la vida sería maravillosa, se sentiría por siempre  felices y comerían perdices. Así que las pobres  inocentes princesas  salieron en su busca por las mejores tabernas y posadas de la región.

Y así pasó la noche, como una más de búsqueda infructuosa. Aquellos lugares no habían conocido jamás la presencia de un príncipe, tan sólo la de sucios gañanes, borrachos y hombres de mal vivir. Nuestra princesa, hastiada, se sentó en una esquina de la barra esperando que sus amigas decidiesen volver a palacio y dar por terminada aquella absurda búsqueda, cuando  de la nada y a su lado, apareció una simpática rana que comenzó a charlar con ella…

La noche se tornó mágica y especial junto a aquella rana que tan bien la entendía, que tenía  la palabra adecuada en el momento exacto y la colmaba de galanterías.  Así que nuestra princesita ingenua empezó  a enamorarse  pensando que su rana era un príncipe encantado al que alguna malvada bruja había embrujado.

Pasó el tiempo, y la princesa y la rana continuaron su romance de charlas, bonitos paseos y besos apasionados. Ella cada vez se entregaba más en aquellos besos esperando poder librar  así a su príncipe  del horrible hechizo que lo aprisionaba en aquel feo cuerpo anfibio.

Y cierto día se obró el milagro y la magia los envolvió a ambos. Ella besó a su ranita imaginando que al abrir los ojos encontraría a su apuesto príncipe y serían la envidia de todo el reino. Pero al abrir los ojos, su príncipe no estaba… La rana se había transformado en cerdo.

Y no, este no es el final de nuestro cuento. Es el principio de los cuentos de muchas princesas que nunca supieron que las ranas no se convierten en príncipes  al besarlos, y aun así no cesaron en su empeño de seguir buscando su final feliz con sus cerditos o a fuerza de buscar  otras ranas que besar…