sábado, 16 de abril de 2011

Los cien días

Hoy me vino a la cabeza un cuento que no recuerdo dónde leí,  desconozco quién es su autor, aunque pensé que era un buen regalo para alguien a quien podría servir de mucho su moraleja. Igual no son las palabras exactas, ni es realmente así la historia,  pero voy a contarla cómo la recuerdo:

“Cuentan que hace mucho tiempo, en uno de esos reinos  que siempre quedan demasiado lejos, había un rey que adoraba a su preciosa hija y quiso buscarle un esposo que realmente fuese digno de ella. Así, inició la búsqueda entre numerosos candidatos, ya fuesen príncipes, nobles o plebeyos. Lógicamente, entre estos últimos, pocos se atrevieron a intentarlo, pues se consideraban indignos de tal honor.  El rey  pedía a cada uno de ellos pruebas de su amor pero fue descartando aspirantes, pues la mayoría  buscaban las riquezas y el poder que al casarse con la princesa obtendrían. Cuándo ya casi había perdido la esperanza, apareció un joven campesino que decía haber amado siempre a la bella hija del rey. Así pues, éste lo puso a prueba para demostrar cuán profundo su amor era:

- Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, desposarás a mi hija. Para ello deberás pasar cien días y sus respectivas noches bajo su ventana, sin moverte de allí bajo ninguna  circunstancia. 

Pasaron las horas y los días  y el chico estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, alguna vez se asomaba, le regalaba una sonrisa y eso era suficiente para que  él tomase fuerzas y siguiese resistiendo.

Cuando faltaban unos días la princesa le dijo al rey que quería casarse con el chico, que poco a poco se había enamorado de él. De modo que, con la aprobación real, comenzó la organización de la boda y los festejos.
 Pero de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la joven princesa, se levanto y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño lo alcanzo y le preguntó lo que había ocurrido para abandonar su sueño cuando estaba a un paso de lograrlo. Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja:
- Pasé casi cien días y cien noches bajo su ventana, sufriendo lo indecible para demostrar mi amor. Pero ¿qué hizo ella por mí? Nunca me ofreció consuelo, nunca atendió al sonido de mis tripas, ni me ofreció un simple trago de agua. Todos sabían que ella había accedido a casarse conmigo varios días antes de cumplirse el plazo, pero no fue capaz de aliviar mi sufrimiento, me dejó allí mismo, bajo su ventana, alargando innecesariamente mi dolor.”

Igual ya te diste cuenta de que este cuento es para ti. No olvides nunca que quién realmente te quiere, lo demuestra. No es necesario que te regale la Luna. Luchará por hacer realidad tus sueños, e impedirá que derrames siquiera una lágrima. Y si el dolor fuera inevitable, te ofrecerá su hombro como apoyo, y su abrazo como refugio.

Abre la ventana.
Si es de verdad, estará abajo esperando 



¡¡Y si está ahí, baja a buscarle!!

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