lunes, 18 de julio de 2011

Encontrar al príncipe soñado

Erase una vez una princesa que vivía en un país muy, muy cercano. Y, como todas las princesas, soñaba con su príncipe azul.Soñaba con sus ojos azules, su brillante cabello, su hermoso corcel. Soñaba con un precioso castillo lleno de lujo y comodidades. Soñaba con una vida en la que las lágrimas no existían. Soñaba con joyas adornando aún más su belleza, sirvientes atendiendo sus deseos y perdices en su mesa. Soñaba con preciosos vestidos con los que ese perfecto caballero le obsequiaría.
Erase una princesa que parecía nunca encontrar lo que buscaba, ningún príncipe estaba a la altura de sus expectativas. No eran lo suficiente románticos, o su formación dejaba mucho que desear, eran demasiado egocéntricos o demasiado independientes. Y nuestra princesa, no acababa de encontrar la felicidad con ninguno de aquellos príncipes. No se dio cuenta de que, mientras su cabeza diseñaba un ideal, su corazón clamaba por otras atenciones. Y así fue pasando el tiempo...
La princesa amaba pasear por el bosque, y cada día cruzaba su camino con algunos pastores y aldeanos que la saludaban cortésmente, pero no se atrevían a entablar una conversación con ella. Pero cierto día, mientras ella descansaba sobre el tronco partido de un árbol, un pastorcillo que andaba por la zona, se sentó a su lado y comenzaron una tímida, aunque agradable, conversación. Con el paso de los días, las charlas se volvieron más frecuentes y más largas. De pronto, la princesa se vio esperando ansiosa el siguiente encuentro con su nuevo amigo, hasta el punto de pasar noches en vela pensando en él. Esperando al perfecto príncipe, se acabó enamorando de un sencillo pastor.
Resultó, que mientras soñaba con lujos y riquezas, había descubierto el mayor de los tesoros. Aprendió que sabían mejor unas moras silvestres a su lado junto al río, que el mejor de los banquetes en palacio. Que no importaban unos ojos azules, marrones o verdes, mientras fuesen sinceros. Que muchas lágrimas bien merecían ser vertidas. Que no necesitaba castillo, mientras pudiese refugiarse en su pecho.Que no había joya más valiosa, que cada una de sus sonrisas. Y por encima de todo, descubrió, que no anhelaba más que iniciar un camino a su lado...


Lo que pasó entre ellos, ya es otro cantar, pues todos sabemos que un amor entre dos personas que proceden de mundos tan diferentes, siempre es complicado, incluso doloroso. Y quizás, en algún otro cuento, descubramos que ocurrió con ellos.

De momento podemos quedarnos con esto, que aunque suene a tópico, muchos podríamos dar fe de ello:


El amor puede aparecer donde menos te lo esperas

          
          

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